7/15/2013

 
 
Dulce Impaciente
José Luis Pérez-Toledo
 
 
 
 
                        Hace unos días que recibí tu email,  mientras lo  leía,  se transformaba en un relato con carácter de historia, una historia llena de sentimientos, olores, ternura y una exuberante pasión que atrapaba lo más terrible de nuestras vidas.
                       Siempre mi destino estuvo acompañado de una extraña sensación que no podría contar, no sabría describir, tal vez una predestinación en forma de nostalgia; recuerdo un día de verano hace muchos años cuando aún era muy niño, este día fue un día en el cual hizo un calor aplastante, una atmosfera que en las primeras horas de la tarde paralizaba la vida en mi casa; el suelo de mármol damasquinado como un gran tablero de ajedrez se veía mecido por la brisa que atreves de aquel balcón entreabierto  penetraba en penumbra; la placentera sensación de tranquilidad y sosiego solamente la volví a sentir cuando ante mis ojos aparecían las verdes laderas de las plantaciones de café, las vegas cultivadas de tabaco y las inmensas extensiones abarrotadas de verde.
                      Cuando visite North Carolina, atreves sus carreteras en la irreal conquista de un siglo anterior que se desvanecía, los dorados colores del otoño de Charlotesville se grabaron en mi alma cuando abandone Virginia, siempre pensé en volver pero la vida en aquella época no se detenía y realmente no pude atrapar aquello que me hacía ser feliz, así un diciembre volví a Madrid mientras 1986 concluía.
                    Hacía años que trabajaba como músico profesional, al comenzar los ochenta forme por cuestiones cronológicas parte de ese movimiento llamado "Movida Madrileña" aún tenía en el recuerdo mi abandono de la universidad, y sentía las repercusiones que esto tenía en mis relaciones familiares, pero siempre, de una forma muy inconsciente me di una oportunidad en este viaje en el que nunca pensé que la buena estrella me abandonaría como yo abandone la medicina.
                   En aquella época el amor abrió una puerta en mi vida la cual poco después se cerró violentamente y en silencio. Hoy pensando en el pasado tengo la necesidad de que la felicidad detenga el tiempo que se escapa tan deprisa. Mis ilusiones heridas han visto transformarse el mundo donde nací. La ciudad donde me crie me hace observar sentado como con el futuro vertiginoso se escapa un tiempo pasado lleno de romanticismo.
                 Que existe entre nuestros corazones que hace que vuelva a pensar en esas cosas olvidadas, una ilusión o un fantasma, una realidad o un carnaval de fantasías.

                Hola Manolo, que tal estas?
               Manolo es una entrañable persona, un hombre amable que conozco hace más de veintitrés años; trabaja de Maitre en una cadena de restaurantes Mejicanos en Madrid, la más antigua y la pionera en comida Sudamericana, siempre cuando nos vemos hacemos la misma broma.....creo que soy el único que queda vivo de los antiguos clientes le digo, él se ríe y dice, pues creo que sí. Al final de la comida me invita a un Mezcal, esa extraña bebida que desordena mi pensamiento y tanto me gusta. En este lugar he pasado muy buenos ratos, fue donde descubrí el Maíz, los Jalapeños, las Enchiladas, el Mole, los Tamales, el Tequila. En aquel Madrid de los ochenta comenzaba el mundo a girar, mientras abría las ventanas del ático donde vivía para que entraran los rayos del sol.

                 Hoy es un sábado gris de esta primavera que se esconde en el mes de Mayo, la impaciencia crea incertidumbre entre nuestro Océano, hoy la costumbre me empujo, y quise hablar contigo, tu no estabas, quede atrapado en una amarga fantasía y la única manera que tenia de ahogarla era escribirte para que esta necesidad se extinguiera. Te he contado algunas cosas pero creo que nuestro destino tiene esa última palabra, me sirve la ilusión de saber que estas en esos lugares de mis sueños, que existe en un misterioso país del que apenas no sé nada, pero quizás pudiéramos crear un café en el desierto del amor, una ilusión en la cual abrigar la vida, y que todo esto lo escribieras en tu libro.
 
                        

El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador