2/24/2015

A single life


 
Domingo, cerca de las seis de la tarde. Estaba sentada en la mesa del jardín. Veía a mis gatitos retozar, jugar y otros simplemente haraganear sobre el tejado. Me encanta esta hora. Me trae recuerdos de mi infancia, de la casa de mis abuelos, allá en Jutiapa. Me encantan esos sonidos que anuncian que se acerca el anochecer.

Justo esta tarde, había leído unos fragmentos de una historia que decía más o menos así “rodeada de personas con mi mismo nombre, con mi mismo rostro, todos hablando al mismo tiempo”. Me puse a pensar lo insoportable que sería estar rodeada de personas como yo. Me puse a pensar que quizás esa es la razón por la cual me encuentro sola a mis 41 años de edad.

No es que no haya tenido oportunidades o pretendientes. Pero creo que llegue al hastío, llegue al punto de no aguantar a nadie sin que esa persona cumpliera ciertos requisitos, que al final salían sobrando. Solo quería estar con alguien con quien hablar, pasarla bien, alguien con quien decir “bueno, sigamos nuestra vida juntos”, apoyándonos, tratando de ser mejores cada día.

Pero esa persona no estaba por el momento. O quizás estaba a miles de kilómetros o quizás algo más cerca. Quizás simplemente no existía. Pasaron por mi mente, algunos nombres, algunos rostros, rostros difusos. Algunos buenos recuerdos. Otros, que prefiero olvidar. Y otros, con los cuales hubiese querido que las cosas fueran diferentes, que las circunstancias hubiesen sido más a mi favor. Pero en fin, en esta tarde de domingo estoy acá, tranquila, sentada contemplando el atardecer. Pienso en mi vida, en el trabajo que transcurre sin mayores alteraciones. Y en mis días rutinarios. Me levanto siempre a la misma hora y al trabajo, luego a hacer algo de ejercicios, a practicar yoga, ir a correr, cuidar a mis gatitos, los cuales me alegran la vida.

Mientras avanzaba la tarde, revisé una red social y aparecía una pregunta ¿Dónde estarías según el libro que estás leyendo? Y me dije “en el Hotel Delfin”. Estoy leyendo el libro “Baila, baila, baila” de Haruki Murakami, y sentía que de un momento a otro me saldría el señor carnero. Varios personajes me llegaban a mi mente. Varias historias leídas, varias experiencias y finales que deseaba en mi vida.

Un poco de cavilación, un poco de divagar, y quizás de una buena vez, comienzo a escribir sobre el libro de historias que hace unos meses me propuse a hacer!

El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador