Jesucristo liberador
Hace unas semanas, por parte de la oficina fuimos a hacer unas encuestas a diferentes cantones y caseríos de Ahuachapan y Sonsonate. Fue una experiencia conmovedora. Impactante. Hablé con muchas personas muy humildes, pero dentro de su humildad y escasez, algunos me ofrecieron un vaso con agua, gaseosas, un agua de coco deliciosísima y otras cosas más.
Impactante, sí. Ver las condiciones en que viven otros salvadoreños a unos cuantos kilómetros de la capital. Una diferencia abismal. Hogares sin ningún tipo de ingreso económico. Ni las remesas llegan a esas partes. Mujeres cansadas, tristes, con más de cuatro o cinco hijos. Niños jugando con el lodo, con patos y con cerdos a la par. Jovencitas menores de veinte años y ya con hijos. Y los hombres atendidos por sus mujeres tirados en hamacas.
Vi casas rodeadas de basura. Llenas de embases plásticos. Cercadas por la misma agua sucia que sale de los lavaderos. Vi sobre una mesa de comedor una cantidad indescriptible de moscas. Y el olor insoportable y penetrante de las que mal llamadas “porquerizas”. Vi una pobreza extrema. Vi una suciedad terriblemente abrumadora.
Me puse a pensar si Tony había ido alguna vez a esos lugares. No ha inaugurar un choro, porque ni agua potable hay en esas partes. El agua la sacan de los pozos o de ríos contaminados por excrementos de ganados.
Me pregunté si los veinte dólares mensuales que regala Tony pueden sacar a esas personas de la miseria. Y en el mismo momento me contesté que ni con veinte, ni con cien, ni con mil podrían salir de esas condiciones.
Los hombres mayores me comentaban de cuando vivían en mejores circunstancias. Había tierras prosperas para trabajarlas. Había recursos y ayuda técnica para mejorar las cosechas. No había deforestación. Pero en la actualidad, tienen que sacar la madera de los manglares y de los bosques para tener un pequeño ingreso económico. Es lo único que tienen. Es lo único que pueden hacer. Y a la vez, están destruyendo el recurso de las próximas generaciones.
Hace unos días, comencé a leer el libro “Jesucristo liberador” de Jon Sobrino, pero ya en la pagina diez, ya no lo quise seguir leyendo. Teniéndole lastima a los pobres y decirles que siendo pobres Dios los ama, lo único que hace es agravar más su situación. ¿Por qué decir que Dios odia a los ricos y ama a los pobres? ¿Por qué decir que Jesús siendo rico se hizo pobre? ¿Por qué confundir la pobreza y la riqueza espiritual con la pobreza y riqueza material?
Esto no lo digo por cuestión política ni ideológica. Lo digo por la conciencia colectiva en la que nos enseñaron que tenemos que ser pobres para ser buenos. ¿Por qué no infundir una conciencia de prosperidad? ¿Por qué no decir que el universo es tan grande y que tiene suficiente para todos?
¿Por qué decir que los ricos son malos? (no incluyo aquí, a los ricos opresores) ¿A quien no le gustaría tener unos cuantos milloncitos? Si desde nuestras propias casas estamos haciendo que Bill Gates y Carlos Slim sean los hombres más ricos del mundo.
¿Qué podemos hacer por los pobres? Brindarles educación, salud y oportunidades. Enseñarles a pescar y no darles el pescado servido en un plato. Conocer que Dios es nuestra fuente de vida y que “espiritual” significa no carecer de nada... En una simple semilla se encuentra la promesa de un bosque.