12/21/2008


Maria Ofelia


María Ofelia es una señora de 81 años que vive junto a su marido en un caserío del Majahual. Me dijo que con su marido parecían palomitas, porque el señor ya no ve, ya no oye y no hace nada. Ella se encarga de preparar los alimentos y mantener su casita a la orilla de una quebrada.

Visité a Doña María Ofelia para hacer unas encuestas sobre el uso de ollas solares que una ONG ha proporcionado, y Manuel (mi pareja) está haciendo la evaluación sobre este proyecto. Hicimos varias encuestas. Visitamos varios caseríos y comunidades en Huizucar, Tamanique, La Libertad. Visité varios hogares y vi varias familias viviendo en una pobreza extrema.

Las mujeres que entrevisté son las que se encargan del hogar: Cocinan, hacen limpieza, lavan, atienden a sus hijos y maridos. Todas ellas me recibieron con una sonrisa, algunas con un poco de temor y desconfianza al inicio, otras un poco temerosas porque no les habían dicho a sus maridos que darían una entrevista, pero todas muy amables y cuando ya tomaban confianza no paraban de hablar.

Creo que todos los que estuvimos entrevistando fuimos muy bien recibidos en cada hogar. Las mujeres limpiaban las sillas polvosas con sus delantales o con papel de diario. Algunos niños se nos acercaban para ver que estábamos haciendo o para posar ante la cámara. Algunos maridos miraban con desconfianza a los compañeros, los esqueléticos y fieles perros no dejaban de ladrar, y yo hacia un recorrido con la vista por las casas hechas de bahareque y el piso de tierra.

Vi una pobreza extrema aplastante. Cantidad de niños sin zapatos, con sus caritas y ropitas sucias, casas (si se les puede llamar así) con algunos muebles deteriorados, las cocinas de leña, donde solo tienen para cocinar frijoles y arroz frito, y cuando pueden preparan un pollito.

Al finalizar la encuesta dábamos una libra de arroz a cada hogar. Cuando se la di a María Ofelia no pude evitar llorar. Ella agradeció esa libra de arroz como si le hubiera dado un gran tesoro: “No tiene idea de lo que esto significa para mí”, me dijo. Salí de esa casa con el corazón y el ánimo triste, y me dije que solo era una libra de arroz. Una libra de arroz. Solo una libra de arroz que para cualquier otra persona puede no ser nada, pero para otra persona es algo muy valioso.

Lloré de tristeza, de cólera, de impotencia, preguntándome qué es lo que pudiera hacer para ayudar a esas personas a salir de esa condición de extrema pobreza. No tuve una respuesta y creo que no la tengo. Pero me gustaría saberlo.

Qué habría hecho Monseñor Romero? Qué puedo hacer yo como mujer? Qué hace el gobierno? Qué hace la iglesia? Qué hacen las ONG? Qué hacen los organismo internacionales? Qué se pudiera hacer con todos esos millones que se gastan en campañas electorales que traspasan la estupidez y son un insulto a la inteligencia?

Por qué hay tanta injusticia? Cómo es posible que en este país tan pequeño hayan diferencias económicas abismales? Cómo es posible que hayan centros comerciales y complejos habitacionales de lujo y a unos pocos kilómetros existan casas donde no tienen agua potable o energía eléctrica? Cómo es posible que en un caserío únicamente el servicio de transporte llegue una vez a la semana? Cómo es posible que los niños y las niñas tengan que caminar mas de dos horas para llegar a la escuela? Cómo es posible tanta indeferencia y tanta desigualdad?

Quisiera tener una respuesta para esto, quisiera que alguien me diera una respuesta, pero no la tengo en este momento.

En una de sus homilías, Monseñor Romero dijo: “María es la expresión de la necesidad de los salvadoreños. María es la expresión de la angustia de los que están en la cárcel. María es el dolor de las madres que han perdido a sus hijos y nadie les dice dónde están. María es la ternura que busca angustiada una solución. María está en nuestra patria como en un callejón sin salida, pero esperando que Dios ha de venir a salvarnos…”

Y solo puedo agregar: JUSTICIA SEÑOR GOBERNADOR! Y con el deseo y la esperanza de poder trabajar para tener un país con mayor igualdad y oportunidad para todos y todas.





El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador