Domingo, cerca de las seis de la
tarde. Estaba sentada en la mesa del jardín. Veía a mis gatitos retozar, jugar
y otros simplemente haraganear sobre el tejado. Me encanta esta hora. Me trae
recuerdos de mi infancia, de la casa de mis abuelos, allá en Jutiapa. Me encantan
esos sonidos que anuncian que se acerca el anochecer.
Justo esta tarde, había leído unos
fragmentos de una historia que decía más o menos así “rodeada de personas con
mi mismo nombre, con mi mismo rostro, todos hablando al mismo tiempo”. Me puse
a pensar lo insoportable que sería estar rodeada de personas como yo. Me puse a
pensar que quizás esa es la razón por la cual me encuentro sola a mis 41 años
de edad.
No es que no haya tenido
oportunidades o pretendientes. Pero creo que llegue al hastío, llegue al punto
de no aguantar a nadie sin que esa persona cumpliera ciertos requisitos, que al
final salían sobrando. Solo quería estar con alguien con quien hablar, pasarla
bien, alguien con quien decir “bueno, sigamos nuestra vida juntos”, apoyándonos,
tratando de ser mejores cada día.
Pero esa persona no estaba por el
momento. O quizás estaba a miles de kilómetros o quizás algo más cerca. Quizás
simplemente no existía. Pasaron por mi mente, algunos nombres, algunos rostros,
rostros difusos. Algunos buenos recuerdos. Otros, que prefiero olvidar. Y
otros, con los cuales hubiese querido que las cosas fueran diferentes, que las
circunstancias hubiesen sido más a mi favor. Pero en fin, en esta tarde de
domingo estoy acá, tranquila, sentada contemplando el atardecer. Pienso en mi
vida, en el trabajo que transcurre sin mayores alteraciones. Y en mis días
rutinarios. Me levanto siempre a la misma hora y al trabajo, luego a hacer algo
de ejercicios, a practicar yoga, ir a correr, cuidar a mis gatitos, los cuales
me alegran la vida.
Mientras avanzaba la tarde,
revisé una red social y aparecía una pregunta ¿Dónde estarías según el libro
que estás leyendo? Y me dije “en el Hotel Delfin”. Estoy leyendo el libro “Baila,
baila, baila” de Haruki Murakami, y sentía que de un momento a otro me saldría
el señor carnero. Varios personajes me llegaban a mi mente. Varias historias
leídas, varias experiencias y finales que deseaba en mi vida.
Un poco de cavilación, un poco de
divagar, y quizás de una buena vez, comienzo a escribir sobre el libro de historias que hace unos meses me propuse a hacer!