8/19/2007

¿Cómo no quererte?

¿Cómo no quererte?
Si eres aire y avivas mi fuego
Si tienes olor a tierra fresca
Y sonido a leña ardiendo

¿Cómo no quererte?
Si estás hecho de maíz y frijoles
Si eres fuerte como el roble
Y tierno como un dulce atardecer

¿Como no quererte?
Si eres canto y risa a todo pulmón
Si tienes la piel morena de tanto trabajar en el campo
Y amas la justicia y las causas nobles

¿Como no quererte?
Si me haces recordar mi infancia
Los sonidos y las canciones que disfrutaba
Si me haces tener los pies en la tierra
Y me recuerdas que podemos hacer algo bueno por nuestro país

¿Como no quererte?
Si eres bueno, eres pasión y ternura
Si eres lo que yo tanto esperaba
Y te has convertido en parte de mi vida

8/02/2007

En estos dias de vacaciones de agosto, los dejo con una bonita historia del escritor salvadoreno Francisco Andres Escobar.



El correo


“Niño: apúrese. Báñese. Restriéguese bien el lomo y las patas. Pásese el peine fino, por si tiene piojos... ¡y se lava bien el jute! No como otros, que medio se echan agua entre el calzonillo y la carambada. (...) ¡Púrese pues! Ya son las seis y el tren no espera. ¿Usté cre que por su linda cara el maquinista lo va a estar esperando? (...) ¡Deje a ese chucho y se zampa al baño! (...) ¡¡Que lo deje le digo!! O métalo, así el animal se baña. Ya tiene un mes de que no lo llevan al río y anda hasta con patacones. (...) A ver: ¡quiero oír la primera guacalada! (...) (...) (...) Échele también al chucho! (...) Ai déjelo que tiemble. Enjabónese usté y luego lo enjabona a él. (...) No. Primero échese jabón de cuche, se lo quita con agua y se echa el jabón de olor. Mientras está enjabonado, restriegue al animal. (...) ¿Cómo le va a echar del mismo jabón? ¿No ve que es con el que uno se baña? (...) Tome, aquí por encima de la lámina le paso este chiruste de Lavasol. ¡Y no se le vaya a ocurrir secarlo con la tualla suya, porque va terminar todo sarnoso! (...) El chucho no: ¡usté! (...) ¿Dónde ha dejado la camisa que se piensa poner? (...) Para ver si le falta algún botón. Es que no quiero ir a pasar la vergüenza que pasé en la piñata del ñeto de la Mirtala Díaz. (...) ¡El tonto se hace! ¿Qué no se acuerda de que se fue con un calzón al que le faltaban botones en la bragueta y anduvo toda la tarde ‘repicando’? (...) Pues sí: calzonillo andaba; pero se puso el que le hartaron los ratones...”


El viaje en tren. El arribo a la capital rumoreante. El hotel exquisito. La salida a las calles, acordonadas por la multitud que mira el paso del “Correo” con el que se abren las fiestas de agosto. La pleniluz del mediodía. Las bandas regimentales, con sus platillos relumbrosos y restallantes. Los vistosos payasos. Las espirales de serpentinas. Las nubes de confeti. Las hermosísimas carrozas con las reinas de los barrios. Los corsos de flores y sus guapísimas muchachas. La espectacular carroza de la reina de las fiestas. Los aplausos. Los vivas. La reverberación del aire. Las banderitas multicolores. El altísimo Chichimeco y su espada centellante. Los ‘viejos’, esperpénticos y atroces. Más serpentinas. Más cascadas de confeti desde los edificios hasta la multitud. Música marcial. Cimbreante. Cohetes de vara en el aire. Y el gentío corre hacia nuevas esquinas para ver el gran desfile. Los sorbeteros. Los paleteros. Los pregones de los vendedores con sus toneles de madera repletos de fruta helada. “¡¡Niño: no me vaya a comer eso, que le va a agarrar currutaca!!”


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Te despertás. Tu derredor es la soledad. En la pared, el retrato de tu finada abuela, “iluminado” como las fotografías de antes. Vivís en los suburbios de Boston, desde hace catorce años. De tu sueldo en la empacadora de pollos, remesás dinero a tu mujer y a tus hijos que, suponés, deben de estar ya grandes. Cierto que tenés una aventura por ahí, con una americana pechugona. Pero es solo eso: un affair, como se diría. Queriendo convocar el sueño, te abrazás a la almohada. ¡Cuánto darías por rescatar aquella vieja escena de la infancia que se te ha quedado escondida en algún lugar del alma!

El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador