9/05/2016

No quiero olvidar...




Fuera de mi núcleo familiar, he conocido a dos señoras, adultas mayores, que han impactado en mi vida.
La primera fue una compañera de trabajo. Ella tenía 82 años. Creo que le habían permitido llegar a la oficina a trabajar. No sé si tenía un salario. Pero ahí pasaba. Algunos compañeros se burlaban de ella, le hacían bromas, la trataban mal. 

Por algún motivo, ella hablaba conmigo. Me contaba de su vida, de su amor verdadero (que no era su difunto esposo), de cuando junto con su esposo fueron invitados a conocer a los Reyes de España,  me contaba historias de su niñez y de su juventud rodeada de buena vida, atenciones y mucho dinero.
En una ocasión, quizás al ver las burlas y malos tratos que recibía, me dijo: “Ena, yo si me quedo en la casa, me muero”. ¡Eso mi impactó! Sentí que nadie tiene derecho de ser discriminado por su edad. La Señora se quería sentir productiva y estar en contacto con otras personas.

La segunda señora que he conocido, tenemos una relación más cercana. Con ella he aprendido a escuchar. Me cuenta las historias del pueblo donde nació, de sus hermanos, abuelos, madrinas, etc…historias que escucho todos los días. Y a pesar de que me dice “Yo creo que ya le he contado…” y yo le digo que sí,   me vuelve a contar las mismas historias.

Lejos de aburrirme, trato de escucharla.  Sé que está consciente de las cosas que me cuenta y si uno le pone atención.  También, le he llegado a conocer el dolor profundo que tiene, expresado en la siguiente frase: “Yo sí tengo que reclamarle a Dios y a Monseñor Romero que se llevara a mi esposo y a mi hijo”. Pero al momento vuelve a decir que Monseñor Romero le ha hecho el milagro de sanarle la pierna.

A veces, llega la Ena Camila, mi sobrinita de cuatro años y se pone a jugar con ella. Hace que vayan al parque, que le lea cuentos, cocinan juntas, lavan platos…y me fijo en cómo cambia la señora. Se llena de alegría y de vida. Mi sobrinita, no reconoce o no está consciente de la edad. La Ena Camila la trata como una igual y hacen bromas y se ríen juntas.

Por ella vamos a un grupo de apoyo para familiares y cuidadores de adultos mayores. El Doctor comenta que ha sido testigo de los malos tratos que los adultos mayores reciben de sus hijos, desde malas palabras hasta golpes. Explica como la mente de los adultos mayores, en algunas ocasiones, se va cerrando, y no recuerdan lo que hicieron un día antes, pero sí recuerdan muy vivamente su niñez y juventud. A veces, la soledad, el olvido y hasta la muerte de los adultos mayores se reducen al abandono que la misma familia y personas cercanas les hacen.

Algunas cosas que me molestan del trato hacia los adultos mayores,  son la cantidad de chistes que le hacen a la Dra. María Isabel Rodríguez, ya quisiera yo tener la energía, inteligencia y fuerza que tiene esa señora. También, me molesta ver como llenan las redes sociales con fotos de las abuelitas y abuelitos diciendo lo mucho que los quieren y me pregunto ¿Cuándo habrá sido la última vez que estuvieron con ellos, que los escucharon, que le prepararon una rica comida? El tiempo con calidad no se reduce a una foto “para el Facebook”.

Paciencia, tolerancia y amor con nuestros adultos mayores. De nada sirve que el día del entierro, lloremos y nos lamentemos y digamos lo bueno que eran, si en vida no dimos ni atención ni cariño. AMORTERAPIA es el mejor regalo que podemos darles.




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