2/24/2006

La calle del pensamiento

Noviembre 28 de 1973, 11:45 a.m, nací yo. Una amiga de mi mamá quería que me pusieran Milena, pero cual mejor tradición y costumbre de estos países me pusieron igual que mi mamá, y “del Carmen” para que la Virgen me cuidara. Solo en una época ocupé mi segundo nombre, pero resultó que hasta yo me sentía algo rara que me dijeran “Carmen”, sentía que no era yo. Así que siempre me presento como Ena López. Mi otro apellido, que resultó que no era el de mi mamá, causó un poco de controversia en mi casa, ya que tendría que ser Hernández, pero mi mamá no quería ese apellido, sino que el de la señora que la crió, así que me dejó Portillo.

Mi papá es un hombre paciente y tranquilo, todo lo contrario a mi mamá que es una mujer muy impaciente y ordenada. Tienen 35 años de casados y han sobrevivido a varios disgustos y enojos. Ellos viven entre la iglesia y las actividades de la misma. Mi mamá trabaja como consejera en el Club 700, mi papá en una radio y los viernes tienen un programa en el Canal 25.

A pesar de toda su paciencia y tranquilidad, mi papá siempre ha tenido una afición demencial por la lucha libre. Recuerdo que cuando estábamos chiquitos a mi hermanos y a mí, nos llevaba a la “Arena Santa Anita”, a ver las luchas fielmente todos los domingos. Su frecuencia era reconocida por los luchadores y a veces regresaba a la casa con alguna “mascara” con todo y dedicatoria. Ahora solo ve las peleas por la televisión. También es aficionado al boxeo y he disfrutado con él algunas peleas, en especial las de Mike Tyson.

Mi mamá parece ser una señora muy seria, pero no lo es. Le gusta platicar y que le platiquen. Y cuando ya se ha ganado su confianza, resulta ser una buena amiga.

Tengo una hermana mayor que se casó hace 14 años, con el novio de toda su vida. Mi hermano, un año menor que yo, es el mejor hermano que uno pueda tener. No se mete en mi vida, ni le interesa si salgo o no, si tengo novio o no. Nuestro saludo es únicamente “que pasó?” y nada más. En ocasiones especiales sí tenemos diálogos mas largos, pero solo lo necesario.

Tengo dos sobrinos que los quiero mucho. “Kevo” es el más juguetón y desinteresado. Su pasión es jugar a la pelota, el Real Madrid y el play station. El Chirry es todo lo contrario, ordenado, estudioso, amante de la historia, los mapas y de la música clásica. Al Chirry le gustaría que yo tuviera ocho hijos...pero creo que le tocara esperar por mucho tiempo.

En mi casa siempre hemos tenido un cariño casi fraternal por los animalitos. Durante 13 años tuvimos un perrito que se llamaba “Cuqui”, era parte de la familia. Murió en la puerta de la casa, luego de ser atropellado por un carro. También han desfilados pericos, tortugas, gatos y en una ocasión, un amigo de mi papá, le regaló un cerdito. Mi papá le hizo una “porqueriza” en el jardín de la casa. Cuando lo llevaron era chiquito, rosadito y gordito, le pusimos por nombre “Pioquinto”, nueve meses después, el cerdito era enorme y un destazador, con instrucciones de mi papá, llegó en la madrugada y mi abuelita se encargó de hacerlo chicharrones, chorizos, fritada, carnita azada, costillas y todo tipo de carnes y aderezos para saborear al pobre Pioquinto. Esa madrugada, recuerdo que nos abrazamos con mis hermanos y mi mamá para llorar por el Pioquinto. Mi hermana fue la que más sufrió y no comió nada de la carne del cerdito. A mí, al ver la cantidad de chicharrones, se me quitó la tristeza y mi abuelita me sirvió una platada de chicharrones con tortilla.

Ahora tenemos un gatito, que lo encontró en la calle una amiga de mi hermano. Mi hermano le puso por nombre “Timon”, pero resultó que Timon es Timona, así que mi mamá le dice “Cipriana”.

Por razones que no comprendo, no tengo paciencia con los hombres. Creo que necesito un curso in-ten-si-vo de cómo tratar con ellos, ya que realmente no-los-en-ti-en-do. A veces recuerdo con mucho cariño a un novio que tuve hace ya muchos años. Era una relación de esas que ya no existen. Sus papás me querían bastante y mis papás también lo querían a él. Íbamos juntos a la iglesia y ese era nuestro mundo. Pero como las cosas no duran para siempre esa bonita relación terminó. Y luego, pues no he vuelto a tener otra relación igual a esa...bonita y tranquila.

Dicen que los amigos son más que hermanos, ya que están juntos porque quieren y Diosito me ha mandado muy buenos amigos, poquitos pero buenos. Recuerdo a mi amiga desde kinder hasta tercer grado, se llamaba Karla y era muy bonita: blanca, ojos verdes, pelito rubio. Hace ya algunos años la vi concursando en el evento de “Miss El Salvador” y quedó como primera finalista. Luego de cuarto a octavo grado tuve una amiga que se llamaba Xiomara. En el colegio le decían “pantera rosa” porque era delgadita, pelo liso y muy alta. Durante el bachillerato conocí a mi amiga Beatriz, solo que en esos años no éramos tan amigas como lo somos ahora. En esos años, teníamos en común nuestra afición a “Mickey Mouse” y a los “New kids on the blocks”, luego en la universidad ella conoció a Karla y con el tiempo nos hemos hecho muy buenas amigas.

Recuerdo Noviembres en la casa de mis abuelitos, cuando a mis primos y a mí solo nos interesaba jugar e ir al “Salto”. Recuerdo el sonido de las risas, el murmullo de voces en la noche, la leña del poyetón ardiendo, a mi abuelita haciendo marquezotes, a mis tías preparando el café y echando tortillas, a mi abuelito en medio de la “arada” trabajando la tierra.

Recuerdo la música de los Bee gees, las canciones de Mocedades, Eres tú y quería tener novio; las canciones de Abba, en especial “Chiquitita” y siempre lloraba cuando la escuchaba, chiquitita no hay que llorar...las estrellas brillan por ti allá en lo alto. Recuerdo los pantalones acampanados, pañuelos en las cabezas de mis tías y primas, ropa a cuadros, lentes de aros gruesos.

Recuerdos agradables de personas que ya no están. Los lugares que he visitado, gente que he conocido, amigos especiales de toda la vida, amigos en todo momento, ilusiones y desilusiones, un bonito atardecer, un cielo azul, una preciosa luna llena, una suave brisa, un rico chocolate, un delicioso cafecito, llorar sin tener motivo, reír hasta llorar, un gatito en las piernas, una comida con la familia, disfrutar con un buen amigo de una bebida que desordena el pensamiento, un rico masajito, un baño con agua calientita, historias de miedo, pláticas eróticas, leer un bonito libro, una llamada que te alegra el día, una mirada que hace nacer una ilusión, una plática con Dios, nuestro Ángel de la guarda, 31 años de vida. Una esperanza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

realmete no nos damos cuentas de las cosas hasta que alguien nos hace ver el sentido importante de la vida esas pèrsonas son las que al igual que esos hechos llegan a asr historia y recuerdos que hoy te llegan particularmente de una satisfaccion inmedible .

me alegra mucho escuchar que existen mujeres en este mundo que valoran las cosas de esa manera , que existen mujeres que son la escepcion, y pueden lograr hacer de sus vidas , vidas que realmente uno pueda admirar por lo simentados que se encuentran los valores que ya no son tan comunes , que sinceramente son los unicos que te pueden llevara a una reflexion tan hermosa como la que has hecho

Maria Ines dijo...

Hermosa evocación sobre las pequeñas cosas de la vida.
¡Bravo!

El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador