3/02/2007


Ahí viene el torito pinto...

Mi primer día de trabajo fue bastante raro. Fue el 20 marzo de 1998. Días antes había llegado a ese lugar solicitando información turística del país, por mi trabajo de tesis.

Jorge, el tipo que me atendió, era el encargado de información turística. Comenzamos a hablar y me preguntó si yo podía hablar inglés. Con mi “wash and wear” tuvimos una breve plática y me dijo que le llevara mi “currículum”, ya que en el departamento de él había una plaza disponible. Se lo llevé el miércoles de la siguiente semana y el viernes comencé a trabajar.

A las 9 de la mañana, mi jefe, me dijo que me fuera a cambiar de ropa. Me dio siete camisas de El Salvador. Me sugirió que me pusiera un “jeans”, zapatos cómodos y una de las camisas que me había dado. Además, me dijo que me fuera al hotel Princess a esperar a Jorge, quien iba a llegar a las 12:30 m con un grupo de periodistas guatemaltecos.

A partir de ese momento creo que comencé a “re-conocer” mi bello país.

Durante la tarde, nos fuimos con los periodistas a los centros comerciales. Por ser “chapines” estaban fascinados, en especial con Metrocentro. Luego nos fuimos al Teleférico a un cóctel y a contemplar el atardecer. Fue maravilloso.

Al día siguiente nos dirigimos a la Costa del Sol. Jorge iba diciendo en el camino que el domingo habría un “mistery tour”. Yo ignoraba que era eso y tampoco me quiso decir. Durante la noche del sábado, disfrutamos de una deliciosa cena y posterior a eso me despedí de todos para irme a acostar. ¿Que qué? Me dijeron. ¿Te vas a acostar ya? Si estamos en la playa!. Eran las 11 de la noche y mi cuerpecito deseaba más descansar que irse a meter a la playa. Pero por cuestiones de que era parte de los anfitriones me fui con ellos a la playa. Estuvimos ahí hasta las tres de la mañana. Les dije que a las 8 era el desayuno y el “mistery tour” a las 10.

A las 8 en punto estábamos desayunando unos deliciosos huevitos, frijolitos, quesito, cafecito y fruta. Horas más tarde me arrepentiría de haber comido todo eso.

A las 10 nos fuimos a otro hotel, donde iniciaríamos el “mistery tour”. Los que se adelantaron más comenzaron a gritar y a preguntar si nos íbamos a subir en esos helicópteros. Eran dos helicópteros de la Fuerza Aérea, estaban a la orilla del mar. Los señores pilotos se nos acercaron y nos saludaron. Y tan pronto llegamos nos acomodamos en esos históricos helicópteros que habían soportado la guerra del país y la de Vietnam.

Para disfrutar de una mejor vista nos fuimos con las puertas abiertas. Y la emoción comenzó. Al despegar, mi pobre estomago llegó hasta mi garganta y mi cabeza comenzó a girar. El piloto hacía piruetas sobre el hotel, para poder verlo desde todos los ángulos.

Desde las alturas, resulta un poco difícil reconocer los lugares. Pero una vez ubicada, distinguí la Costa del Sol, El estero de Jaltepeque, La bahía de Jiquilisco. Volamos hasta la ciudad de San Miguel y sobrevolamos el volcán. Desde arriba se nota lo insignificante que somos comparados con las maravillas naturales creadas por Dios.
Luego volamos por el río Lempa, hasta llegar al lago de Ilopango. Fue bonito ver el cráter de ese volcán.

Llegamos a San Salvador y al llegar al centro pude apreciar nuestra hermosa catedral. Los motivos de “La fiesta de mi pueblo” creada por Fernando Llort, le dan un toque único y mágico a la iglesia. También vi el Palacio Nacional, contemplando la majestuosidad del mismo.

Al volar por la finca El espino noté lo pequeña que era. Nuestro pulmón, tan pequeñito.
Instantes después otra majestuosidad: El volcán Quezaltepeque o de San Salvador. A esa altura se pueden distinguir sus cinco cráteres y la división entre el “Picacho” y el Boquerón.

Un poco más y llegamos a San Andrés. El templo ceremonial construido entre el 600 y 900 D.C. Seguimos adelante y alcancé a ver una enorme pared llena de vegetación. No sabía lo que era. Al pasarla, apareció ante mis ojos uno de los cinco lagos más hermosos del mundo: El lago de Coatepeque.

Aterrizamos en la finca San Blas. Uno de los cámaras salió corriendo a devolver el desayuno. Yo iba por el mismo camino, pero alguien me dio un dulce y con eso mi estomago se tranquilizó.

Estuvimos descansando dos horas. Desde ese lugar veíamos el volcán de Izalco tan cerca, que te daba la impresión de que si extendías el brazo lo podías tocar.

Luego del descanso otra vez para arriba. Y una de las vistas más hermosas que mis ojos han contemplado aparecía bajo nosotros: el volcán de Izalco. Que imponencia de volcán! El segundo volcán más joven de América Latina. Le llamaban “El faro del Pacífico” cuando una constante lava salía de su cráter y ayudaba a los marinos a ubicarse desde el mar.

Luego llegamos a la playa de Los Cóbanos. El arrecife coralino más grande del Pacífico en el área de Centroamérica. Seguimos volando sobre la costa, hasta llegar al puerto de La Libertad, la arena gris de origen volcánico crea un ambiente diferente en ese lugar.
Y luego de andar cinco horas volando llegamos a tierra firme.

Era domingo. Yo había salido de mi casa el viernes a las siete de la mañana y regresaba a las cinco de la tarde del domingo.

Experiencias como esa las iba a repetir muchas veces durante tres años.

Pero entre las cosas que más recuerdo son las caras y expresiones de europeos, gringos, suramericanos, centroamericanos y mexicanos que hacían cuando conocían el país.

Recuerdo a un italiano, sentado en el hotel de montaña, contemplando el volcán de Izalco y me decía que jamás nunca había contemplado un volcán tan majestuoso como ese.
Recuerdo a una dominicana, estaba fascinada caminando sobre el cráter del Cerro Verde, el cual es muy difícil de distinguir ya que está completamente poblado de vegetación.

Recuerdo a un mexicano en Los Planes de Renderos, diciéndome que se podría quedar a vivir ahí por el resto de su vida.

Recuerdo a unos gringos que en Suchitoto se tomaron más de 20 fotografías dentro de un molino, con las mujeres que introducían los granos de maíz y los sacaban ya convertidos en maza.

Recuerdo a unos españoles en Perkin, diciendo que si no se acordaran que estaban en El Salvador bien podían decir que estaban en algunas montañas de España.

Recuerdo la cara del Presidente de Continental Airlines, cuando al entrar a San Salvador y vio el volcán de San Salvador dijo “wow” y yo asustada le pregunté que qué había visto.

Recuerdo a unos chilenos comiendo pupusas en Olocuilta. Yo les había dicho que no comieran “curtido”, pero alguien lo probó y dijo que estaba riquísimo. Por poco se lo acaban.

Recuerdo a un español tomando fotos en el centro de San Salvador. Yo le había dicho que nos quedáramos dentro de Catedral, el lente de su cámara costaba más de 10 mil dólares, pero él estaba contento de ver la vida del centro, por lo que nos cruzamos la calle hasta llegar a la Plaza Barrios, y siguió tomando fotos. Luego caminamos hasta SIMAN, donde llegaría el vehículo, al subirnos, di gracias a Dios.

Recuerdo a un alemán tomándose fotos a la par de un arbolito de café. Me dijo que en los anuncios de café de su país, en algunos salía la leyenda: “2% de café de El Salvador”.

Recuerdo a una boliviana que me dijo que si viviera aquí, iría todos los días al mar.

Recuerdo cuando vino la modelo Christy Turlington, quería conocer el lugar donde nació su mamá: Cojutepeque. Luego se fue a tomar unas fotos a Los Chorros.
Dicen que en más de una ocasión el artista Tim Allen estuvo en el país, ya que su mejor amiga es salvadoreña.

Dicen también que durante la guerra, Bono estuvo en el país y en una de sus canciones menciona “el cielo azul de El Salvador”.

El Salvador posee atractivos que a nuestros ojos parecen las cosas más comunes de la tierra: el clima, la cantidad de volcanes, la hermosura de los lagos de origen volcánico, la cercanía de las playas, donde hay lugares perfectos para practicar el surf, lo mágico de los pueblos, la historia de la guerra, que aunque muchas personas la quieran olvidar, hacen que lugares como Perkin y sus alrededores tengan un atractivo especial.

Claro, como se menciona en un libro de Roque Dalton, todas las cosas bonitas del país son las versiones idílicas que les contamos a los turistas, y las que provocaron que Gabriela Mistral nos llamara “El pulgarcito de América”. Son ideas de un país que no compartía Dalton.

Así que es necesario mencionar que tenemos a la MS, al Viejo Lin, a Noticias 4 visión, a Carlos Perla, a Sánchez Cerén, a José Alfredo y sus 18 hijos con 14 mujeres diferentes, a los que tiran la basura en la calle, a los hombres que orinan en cualquier parte, a los señores microbuseros y buseros, a los que conducen como que fueran en las carreras de F1, a los hombres que no le dan el paso a las mujeres, a los hombres que no pueden ver pasar un mujer sin decirles “mamacita rica”, a los ladrones materiales e intelectuales, a los que censuran los conciertos y las películas, a los que hablan en voz alta en el cine y en los teatros, a las tipas anoréxicas que hablan como que tuvieran hielo en la boca, a los que dicen que en nuestro país no hay nada bonito.

Casi dos millones de salvadoreños viven fuera del país. Estoy segura que casi un 90% de ellos, vive pensando en el día en que regresarán.

No conozco el porcentaje de extranjeros que viven el país. Unos lo hacen por cuestiones de trabajo. Y otros porque les gusta. Son aquellos que disfrutan y contemplan las cosas que a nosotros nos parecen comunes y normales.

Dicen que nuestro país es pequeño porque cuando comenzaron a dividirse los países que conformaban Mesoamerica, los de acá estuvieron luchando para que no lo hicieran, dejándonos únicamente un poco más de 21 mil kilómetros cuadrados, bueno, 20, 742 si contamos lo que le corresponde a Honduras.

Sea como sea, creo que el anuncio del Ministerio de Turismo es muy acertado, al decir que cuando Dios creó el cielo azul, la tierra fértil, los volcanes, los ríos, los bosques y el mar, le llamó El Salvador.



3 comentarios:

Juan Lucas dijo...

Hola mi dulce Ena:
He leído todo lo que dices sobre tu país y ¿sabes? la apunto en mi agenda de los 20 países que tengo que visitar antes de... bueno antes de eso.
Oye Ena, que bueno, que bueno poder saborear de ese lugar, de ese sitio... de esos lugares que describes, de esa sabrosa comida, y sobre todo Ena, de una compañía tan grata, tan agradable como debe ser la tuya.
Me apuntas para la próxima ehhh, pero ojo, quiero seas tu mi guia, ¿de acuerdo?

Unknown dijo...

Hola,Juan Lucas, pues cuando quieras vente para aca...que bueno que lo incluyas dentro de tus 20 paises a conocer, antes de... :(...uyy no...
Pues te enseño mi pais, que aunque a veces dan ganas de salir corriendo de aca, como dijo un poeta "en este paisito me toco nacer y no me corro", asi que aqui me quedo...

Un beso,

Juan Lucas dijo...

Gracias por esa invitación, no dudes que tú será mis guia.
Besos Ena.

Juan Lucas.

El Amargo del Pomelo de Nacho Cano

Oleo de mujer con sombrero...Silvio en El Salvador